Este fin de semana me tocó hacer un pequeño viaje express al puerto de Acapulco, en este viaje solo íbamos mis dos hermanos, mi papá y yo. Un poco de integración familiar como lo llama mi papá. La verdad es que convivir con ellos es muy hermoso, la paso bien y reforzamos los vínculos. Mis hermanos y yo siempre hemos sido muy unidos, cada uno respetando nuestra propia individualidad.
Convivir con mi papá, por otro lado, es una constante lucha conmigo misma. Es una pelea entre mis propios valores e ideales y los de él, su historia de vida y su forma de ser.
La aceptación incondicional del otro, no es tan fácil como se dice.
Llevó aproximadamente dos años y fracción sumergida en el mundo del body positive (ya tengo un articulo en donde hablo acerca de mi cuerpo), de la aceptación corporal, salud en todas las tallas y alimentación intuitiva; además de ser activista en el tema de gordofobia y recientemente estudiando un diplomado en TCA (Trastornos de la conducta alimentaria) pero todo esto no sirve de nada, cuando estoy frente a mi papá y él comienza a hablar sobre el cuerpo de los demás.
Cabe aclarar que mi papá es una persona de cuerpo grande y constantemente ha estado sumergido en el mundo de las dietas. Hoy por hoy acude a suplementos alimenticios para “bajar de peso” y siempre está aplaudiendo la pérdida de peso en los demás. Mis hermanos (qué están delgados) son un ejemplo a seguir de fortaleza y belleza. Y aunque se que no lo hace a propósito, estos comentarios detonan en mi todas inseguridades y mis conductas compensatorias.
Estoy segura de que él no hace estos comentarios para lastimarme, sin embargo me lastiman y es cuando nuevamente me pregunto ¿tengo que bajar de peso? ¿mi cuerpo es malo o feo por el peso que tiene? ¿soy bonita, soy fea? y muchas otras preguntas como estas resuenan en mi mente.
Quizás algunos se identifiquen conmigo, quizás otros no tanto (siempre podemos ser buenos aliados en esto) y no lo digo solo por el tema de la delgadez o la gordura; también lo digo por esas inseguridades emocionales como:
- “Es que ella es súper inteligente” ¿y yo no?
- “Es que su trabajo sí es importante” – ¿acaso el mío no lo es?.
Cuando bajamos nuestras barreras y fronteras, este tipo de comentarios pueden generar episodios de ansiedad, depresión, conductas compulsivas, atracones, ayunos compensatorios, entre otras cosas. Así que lo que tenemos que hacer frente a este tipo de situaciones es elevar nuestras fronteras y enraizarnos muy bien (yo lo llamo, regresar a tu centro).
Quiero compartirte algunas de las cosas que a mi me han servido para hacer esto y que el golpe del entorno sea menos (me encantaría decirte que podemos cambiar al entorno, pero recuerda que mucha veces esto es imposible):
- Duplica las actividades que te hagan sentir bien: caminar, meditar, leer, escribir, dibujar. Si en días normales sales a caminar una vez, en estos momentos sal dos veces al día o tomate una hora para meditar. Trata de hacer más de eso que te hace feliz y regresa a tu centro.
- Acude a tus redes de apoyo: puede ser un amigo que tenga la misma visión que tú, puede ser interactuar o ver perfiles de personas que estén en la misma sintonía que tú, puede ser un grupo en Facebook (recuerda que yo tengo uno de alimentación consciente). Fomenta la interacción que te refuerce la creencia y valide tu experiencia.
- Si es necesario y puedes, aléjate de ese entorno lo más posible. Me refiero a que si escojas que empiezan a hablar de ese tema, trata de cambiar el tema o simplemente levántate a hacer otra cosa (cambia la actividad)
Como ya mencioné antes, no podemos cambiar al entorno… pero sí podemos reforzar nuestras fronteras para que el entorno no nos invada, nos vulnera y no nos sintamos violentados.
Me encantaría saber si alguna vez has sentido que esto te ha pasado y si tienes alguna otra herramienta para liderar con estos detonadores de tu entorno.
P.D: al final, yo acepto que mi papá es como es. Logro quererlo, amarlo y respetarlo; esto no quiere decir que tenga que aguantar, tolerar o convivir con estas ideas y creencias. No es fácil, pero a veces podemos mostrarle y enseñarle al otro formas distintas para que podamos convivir.
Te mando un abrazo digital
Mariana 🙂